martes, 20 de septiembre de 2011

Temporada01_Capitulo007_24Diciembre2011


Había visto a muchas personas pasar por esto pero en verdad que el dolor es indescriptible. Es como si cada gota de sangre en tus venas estuviera llena de espinas y te fuera rasgando mientras va pasando por tu sistema circulatorio; lo mas extraño es que es casi inmediato, apenas me había alejado un par de cuadras y me dirigía al refugio cuando tuve que vomitar la poca comida que tenía en el estomago. Había que apurarse para no tener que caminar de noche, la tarde esta empezando a ponerse de color rojizo … me pregunto si sera por el efecto del sol o por tanta sangre derramada.

Para poder sobrevivir en este mundo de los no muertos tienes que tomar algunas previsiones, alguna de ellas es sobre la comida y es que no es que tengas que cuidar los víveres que cada día son mas escasos , si no que no importa cuantas veces lo veas o te hayan platicado, pero casi siempre devuelves el estomago cuando te toca ver las aberraciones que hacen estos seres sin corazón.

Viendo como me empezaba a sentir decidí tomar ventaja de la bajadita que me llevaría a mi refugio, estaría un poco expuesto pero sería cuestión de aprovechar el impulso de la bajada en caso de tener que correr. Brinque la Tulum esquivando aquellos coches derruidos y pase junto a lo que alguna vez había sido las canchas del Jacinto Canek, de ellas ya sólo quedaba el recuerdo porque cuando la gente se percato que esto era el apocalipsis las maderas de los tableros y el metal de los aros se volvieron materia prima para poder sobrevivir.

Ya frente a la Biblioteca pública recordé con tristeza que había sido uno de los últimos refugios en caer. Era irónico que las personas buscaran refugio en un lugar al que normalmente en su vida asistirian a menos que fueran estudiantes, aunque la verdad no juzgo mucho, el contenido de la biblioteca era reducido y tristemente cuando al mundo se lo empezó a llevar el carajo la mayoría de los libros fueron usados como combustible.
Acelerando el paso rebase Cebetis y ahí estaba la bajadita que tantas veces había recorrido en el pasado.

A la distancia me causa un poco de gracia pensar en cuantas veces había bajado por ahí para llegar a la Secundaria imaginando que todos los que habían llegado temprano me veían llegar. Esa timidez enfermiza me hacía sentir cada vez mas enano y a la multitud mas y mas grande … seguramente la realidad era que nadie se percataba de mi presencia, entre que tendrían mejores cosas que hacer o confundirme con cualquier otro hijo de vecino. La solución a dicho martirio era muy simple : llegar todavía mas temprano que cualquier otra persona, así fuera una hora antes.

Justo en frente del Taller de Mecánica tuve que inclinarme para pasar por debajo de la malla lo que me hizo recordar que el dolor de cabeza ahí estaba pero que ahora me estaba pulsando peor que otras veces. Todavía me cuesta trabajo creer que después de tanto tiempo ese infeliz estuviera al acecho, como si no tuviera suficiente con esta culpa que me carcome el alma, ¿porque no simplemente acaba con todo esto? , ¿no es suficiente pena y dolor?.

Camine con cautela hacia las canchas que daban después del Taller de Electricidad.
En particular la ETI no la escogieron como refugio, una vez una persona me dijo que era demasiado amplia y con espacios abiertos. La gente prefería los espacios reducidos donde poderse encerrar, pero pues eso era lo peor que se podía hacer ya que los muertos vivientes tienen toda la paciencia y tiempo de su eternidad para esperar a que salgas desesperado por el hambre o a que de plano con sus golpes derriben tus puertas o ventanas.

Pase por detrás de la cancha de futbol del lado que daba hacia Cebetis y me interne en el monte bajo que cada día estaba mas tupido y mas verde. El camino era complicado y sinuoso, mas aparte de aquel par de trampas que había torpemente puesto y que no había tenido necesidad de usar. Justo en la esquina donde se unían la ETI, Cebetis y Conalep estaba mi refugio, era un árbol que era mas alto que lo que recordaba de cuando estudiaba aquí .

Las gruesas ramas de este estaban todas torcidas, lo que facilitaba subir a través de el.
Lo mejor es moverte siempre ligero y como ya no quedaban muchas personas vivas de pie podía dejar con calma las pocas pertenencias que me quedaban, justo en una de las ramas que me servía de cama. Esta vez el dolor del cuerpo hizo que me costara mucho trabajo treparlo, de hecho, creo que la famosa fiebre que tantas confusiones creó al principio de esta maldición se estaba haciendo presente, cuando por fin llegue hasta mi improvisada cama pude cerrar por un instante los ojos.

De todas las cosas que he tenido que olvidar para no martirizarme y que no he conseguido es el día en que te conocí … siento como si empezara a llover pero no, un par de lágrimas bajaron por mis mejillas ... jamas me perdonare por la forma en que te perdí.

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