Luar - Cancun en Llamas
Zombis en Cancún Quintana Roo México. La primera historia de una realidad alterna ambientada en esta Ciudad de cuando los muertos vivientes tomaron este mundo.
jueves, 10 de enero de 2013
Temporada01_Capitulo040_1997_IniciaElApocalipsis09
Me bajé de la moto antes de que mi abuelo se detuviera por completo, me fijé en las personas que estaban frente a la entrada de la casa de Alicia y se veían bastante preocupados, creo que la mayoría sabían de la condición de Ella y de su Abuela. Le pedí a mi abuelo que me esperara un momento y sin más subí la reja que me separaba del patio de enfrente de la casa de Alicia.
Cuando caí del otro lado sentí como si me hubiesen pegado con un tubo en mi pie derecho, la vieja lesión me recordó que tuviese un poco más cuidado con mis movimientos, pero la adrenalina que sentía en ese momento hizo que me olvidara rápidamente de esa molestia.
A mis espaldas alcance a escuchar que los vecinos de Ella empezaron a comentar algo, también me pareció oír que mi abuelo algo les decía … no logré identificar que decían porque los quejidos o lo que fuera que emiten dentro de la casa eran cada vez más fuertes.
Estuve a punto de patear la puerta para poder entrar cuando recordé que el médico estaba adentro de la casa - o lo que quedaba de él - y considerando la reja me imagine que la puerta estaba sin seguro. Dirigí mi mano hacia la cerradura y me dí cuenta que estaba temblando, en ese punto no sabía si era por tantas emociones juntas o si por dentro me estaba muriendo de miedo.
Tomé el pomo de la puerta y lo giré lentamente. Este cedió inmediatamente y cuando empuje la puerta escuché los gritos y quejidos más fuerte y más cerca, en ese momento no me di cuenta que esos seres se habían percatado de mi presencia y se habían alterado todavía más, por si fuera poco estaban golpeando la puerta donde estaban encerrados, me imagine que era solamente el médico quien lo hacia, ya que la abuela de Alicia sólo se podía arrastrar y su madre seguramente había sido devorada a tal grado que no se podría levantar o al menos estaría en muy mal estado.
Nuevamente me llego esa sensación de estar frente al espejo, todo lo veía en la justa dimensión de la realidad, era confuso ir a la izquierda cuando debía ir hacia la derecha, pero los primeros escalones de la escalera no me dejaron tomar por error otro camino. Subí los escalones de dos en dos y los últimos casi de tres en tres, cuando me percaté estaba frente a la puerta de la habitación de la abuela de Alicia. Era espeluznante oír los quejidos y los golpes que, me imaginaba, estaba propinando el médico a la puerta. Sentí como se me me erizó todo el cuero cabelludo, pero no tenía tiempo para eso así que me dirigí hacia donde estaba Alicia.
Me acerqué a la puerta y cuando la quise abrir no pude - buena chica pensé - , así que le empecé a hablar pidiéndole que abriera la puerta. No hubo respuesta. Pasaron unos segundos donde me imagine mil cosas, así que decidí tocar más fuerte la puerta pero no lograba escuchar más que el ruido en el cuarto de la abuela. Sin pensarlo más dí unos pasos hacía atrás y con toda mi fuerza patee con la pierna izquierda la puerta. Esta no cedió inmediatamente y me ví obligado a repetir mis acciones. Ahora sí se abrió golpeando la pared que estaba por dentro de su habitación de Alicia. La luz de la Luna entraba por su ventana, pero no la veía por ninguna parte.
- Alicia , soy Luar … ¿ donde estás ? - le pregunté con la voz entrecortada.
Entre lentamente y vi que no estaba donde la había dejado cuando estaba ahí desde el ‘mundo de los sueños’ , nombre que le dí más adelante cuando no sabía ni como explicarme a mí mismo que era. Busqué con la mirada en toda la habitación y mis ojos se detuvieron en el guardarropa de Ella. Me acerqué lentamente y poniendo la oreja junto a la madera nuevamente pregunté por Alicia.
- ¿ Quien es ? - preguntó con voz entrecortada y entre sollozos.
Mi corazón brincó a tal grado que pensé que se saldría de mi pecho, pero me controlé y la trate de convencer de que me dejara acercarme, le prometí que la sacaría de ahí.
Nuevamente me pregunto quien era y le dije que era Luar.
- No pareciera que es tu voz - me dijo desconfiada . Fue cuando recordé que mientras estaba en los sueños Alicia me podía ‘ver’ pero no escuchar. Como en el espejo, esto también estaba a la inversa.
- Si, lo sé - le contesté lo más tranquilo que podía - ¿puedes abrir la puerta por favor? - mis palabras estaban muy entrecortadas, no era lo mismo presenciar todo eso desde mis sueños a estar físicamente y no poder dejar de oír los ruidos espeluznantes que se empezaban a escuchar en toda la casa.
Lentamente la puerta del closet se abrió y ahí estaba Ella … de rodillas en el suelo y era tan hermosa, tan delicada y tan vulnerable que se me erizo nuevamente la piel al verla.
- ¿Por qué ahora sí te escucho pero no te puedo ver? - me preguntó con desconfianza mientras se empujaba con sus piernas hacia atrás.
- Es muy difícil de … - en ese momento el crujir de una puerta se dejó escuchar en toda la casa y caí en cuenta que la puerta de la habitación de la Abuela había cedido por fin a los golpes. Tenía que hacer algo rápido y sacar a Alicia de ese infierno.
sábado, 15 de diciembre de 2012
Temporada01_Capitulo039_1997_IniciaElApocalipsis08
Nos subimos a la moto, el clima a esa hora no era tan cálido, pero yo estaba ya muy sudado. Ni siquiera sentí cuando mi Abuelo arrancó, estaba metido en mis pensamientos tratando de pensar en todo lo que había pasado. Me sacó de mis pensamientos cuando me obligó a ponerme el casco, - la seguridad ante todo - pensé de forma irónica. La primera parte del trayecto era la entrada a la ciudad y mi Abuelo aprovechó para acelerar un poco más de lo normal. El aroma del ‘monte’, como le decimos por acá a la selva baja, estaba cargado de la humedad que despedía la vegetación.
Yo repasé en mi mente por enésima vez lo que estaba pasando cuando me di cuenta que ya no tenía a mi eterna acompañante, esa migraña tan molesta que me consumía las ganas de hacer lo que tuviese que hacer, así como había venido a mi de la misma forma me abandonó. Recordé la expresión del rostro de Judas, el muy cabrón había estado planeando todo desde quien sabe cuando. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando recordé todo lo que había pasado en la habitación de la anciana. Cada instante lo registré de forma involuntaria en mi memoria … para bien o para mal no podría sacar de mi mente la sangre, los gritos, la angustia; esa ausencia de vida en los ojos del médico.
- ¿Por donde vamos? - me gritó mi Abuelo lo suficientemente fuerte para que lo escuchara a través del rugido de la moto.
- Sigamos todo derecho la Avenida Portillo hasta que lleguemos a la altura de la que nos lleva a la Terminal - le dije de manera casi automática.
Fue cuando me di cuenta que en el fondo estaba aterrado, ese acto de canibalismo fue tan repugnante, tan desgarrador y animal que se me revolvió varias veces el estómago sólo de recordarlo. De repente empecé a ver todo como en cámara lenta, sentí mucho mareo y lo último que recuerdo es que me aferré a la espalda de mi abuelo.
Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, boca arriba y sentía golpes en las rodillas y codos. A lo lejos escuche a mi Abuelo que me estaba preguntando algo, pero no lograba entender bien lo que me decía. Después de unos minutos de estar viendo aquel cielo despejado y estrellado entendí lo que había pasado.
Habíamos llegado al cruce que le había indicado a mi Abuelo y en la curva algo pasó que me caí. Creo que estaba yo tan desgastado después de tantas noches de realmente no dormir y de dejar arrastrar el día pensando en lo que hacía mientras pasaba tiempo con Judas que por fin el cansancio había hecho presa de mi. Me había dormido por algunos minutos y caí de la moto cuando tomamos la curva.
- ¿Te puedes parar? - me preguntó mi Abuelo.
- Sí, le respondí mientras me enderezaba y me sentaba - estábamos a un lado de la calle.
Mi abuelo me había quitado el casco para que pudiese respirar mejor y le pregunté cuánto tiempo hacía que me había caído. Respiré aliviado cuando me dijo que acababa de caer de la moto. Le pedí que por favor siguiéramos nuestro camino, unos cuantos raspones no impedirían que fuera por Alicia.
En unos minutos llegamos a la calle donde vivía Ella y cuando doblamos la esquina un escalofrío me recorrió la espalda : afuera de su casa había varias personas y se alcanzaba a escuchar más de un quejido.
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